lunes, 28 de noviembre de 2016

Viejo Verde

Era yo un chiquillo cuando oí por primera vez llamar a alguien “viejo verde”. No acertaba a comprender de dónde venía esa expresión pues, si bien el Señor Paco era claramente un “viejo”, yo no veía el verde por ningún lado. Y eso que me fijaba con detalle en su chaqueta, en sus zapatos, en su piel, en su pelo pero, ¡qué carajos!, era todo gris.

Un día le vi vestido de verde y creí que esa era la respuesta a mis dudas pero, por alguna extraña razón, nadie le llamaba viejo verde. Un décimo de navidad le había rejuvenecido, decolorado y hasta le felicitaban:

“Felicidades Paco, ¿qué vas a hacer con lo que te ha caído de ese décimo?”

De repente el viejo verde tenía más pretendientes que un servidor, lo cual no era difícil, todo hay que decirlo.

Un tiempo después oí a su mujer, Doña Penitencia, decir:
“Ya le vale a mi marido, mirar de reojo las tetas de silicona de la Bernarda, será viejo verde.”

Y volvió a montarse un tremendo lío en mi cabecita porque ya ni iba vestido de verde, ni le quedaba dinero pero, a pesar de todo le volvían a llamar viejo verde. Será que es lo mismo ser verde, que ser viejo, que tener dinero; pensé.

Por aquella época ya me gustaban las chicas del pueblo pero qué queréis que os diga, yo me las imaginaba encadenaditas todas ellas, siendo yo el héroe que tenía la llave de sus grilletes, que por cierto, no eran verdes. Un día, mientras dormía la siesta, se me ocurrió la genial idea de encadenar a mi hermana a la cama por un tobillo con la cadena de la bici y en cuanto despertó puso el grito en el cielo llamando desesperadamente a mi madre.

“Mamá, mamá, mira lo que ha hecho mi hermano. Menudo viejo verde va a ser como siga así, dile algo, dile algo, mamá.”

Ostras, pensé yo, encadenar a mi hermana me ha convertido en lo que era el Señor Paco, así que ahora me tocará la lotería y me compraré una bicicleta verde. Sin embargo, no hubo ni lotería, ni bicicleta y tan sólo recuerdo las dos bofetadas que me dieron tanto mi madre, como mi hermana con su beneplácito; lo que me hizo descubrir que había merecido la pena y que no me importaba demasiado que mis esclavas se rebelasen de vez en cuando. No sé que me había gustado más, si encadenar a mi hermana o recibir las bofetadas de dos bellas mujeres. Será que tengo alma switch pero, eso es otra historia.

Pasó el tiempo y descubrí que lo de ser un viejo verde no estaba tan mal, porque sin ser todavía viejo y sin ser verde, fue la época en la que di más besos con lengua de toda mi vida. Sin embargo, ahora que sí soy más viejo, ni beso con lengua a tantas chicas, ni voy de verde, con la excepción de la chaqueta que mi pareja me compró para mi cumpleaños.

Ahora que la menciono, recuerdo un día que paseábamos por el barrio y vi como ella se fijaba en un mozalbete de no más de 25 años y me di cuenta de que no sólo había viejos verdes como yo, sino viejas verdes como ella, que si bien no son tan descaradas como la versión masculina, al igual que las “meigas”, haberlas “hailas”.

¿Acaso tiene algo malo fijarse en la belleza de las jóvenes generaciones y soñar con verlas también encadenadas?

¿Acaso tú, fémina entrada en años, no eres tan vieja verde como yo porque fantaseas más con tener atado al nuevo Superman que al de toda la vida?

¿Acaso maestros y maestras del shibari, no os pone más una modelo veinteañera con curvas de vértigo que una septuagenaria llena de achaques?

¿Acaso no se os escapa una mirada lasciva cuando les veis vestidos de negro azotando a esa dulce señorita?

¿Qué queréis que os diga?, que yo he sido verde toda mi vida, por mucho que me gusten el rojo y el negro. Acabo de cumplir 50 años y supongo que ya tengo algo de viejo pero qué carajos, me siento más joven y verde que nunca.

A estas alturas he visto muchas cosas y os aseguro que conozco a unas cuantas viejas verdes y no dudo lo más mínimo que alguna de ellas echará una risotada al leer esto.

¿Quien se anima a montar conmigo una web que se llame www.viejosverdes.com?

¡Viva el color verde, aunque lo pintemos de negro!