sábado, 18 de diciembre de 2010

Pony girl at the ranch

Ayer rescaté un vídeo que andaba olvidado en alguna estantería y que durante bastante tiempo formó parte de mis fantasías más habituales y como compañero de la pajita de rigor.

Se llama “Pony Girl: At the ranch” y probablemente fue la primera cinta que ví dedicada a lo que luego se convirtió en una adicción: “Pony Training”.

Como soy uno de esos tontos switches que hay por el mundo, no se me ocurrió otra cosa que probarlo en mis carnes pero coincidiréis conmigo que en este caso, como en otros muchos, las yeguas superan con creces a los caballos, ¿o no?

El vídeo se remonta a 1986 y curiosamente aparece en la IMDB (International Movie Database), lo cuál me ha sorprendido bastante, teniendo en cuenta que no es una película al uso.

Los estudios “California Star” fueron muy prolíficos en la producción de material BDSM en mis años jóvenes, cuando no existía Internet y uno sólo podía acceder a este material a través de los SexShops.

Recuerdo que por aquellos tiempos estudiaba para reportero gráfico, así que aproveche ciertas instalaciones, para el pirateo de las películas que alquilaba.

En fin, os dejo con un pequeño extracto de la película. Si a alguien le interesa, será un placer subirla al completo.

¡Arre Yegua! (jo, que mal suena)

martes, 14 de diciembre de 2010

Turbulencias

Un dedo recién humedecido se hace hueco entre sus piernas. El sudor aparece en su frente mientras el aire acondicionado estabiliza la temperatura y el viajero de la Play Station pierde la partida al no poderse concentrar.

Estamos entrando en una zona de tormentas, abróchense los cinturones, por favor; advierte el comandante. Las turbulencias parecen estar muy localizadas a la altura de la octava fila, justo en el asiento A, ventana o pasillo, ¡qué más da!

Cierra los ojos, abre su boca, jadea, vibra al ritmo del artilugio que acaba de entrar en su ser.

Aumentan las turbulencias, se relaja, se tensa, se vuelve a relajar. Su mirada se fija en el horizonte, mientras intenta mantener el equilibrio de unas piernas que no paran de temblar.

El de la Play ha cambiado involuntariamente de juego y pulsa frenéticamente los botones sabiéndose cooperador necesario de este orgasmo que tiene la oportunidad de ver en primera fila. No sabe si quejarse por el espectáculo o unirse a él desde la barrera. Toma la decisión correcta.

Se hace el silencio, se relaja, desaparecen las turbulencias.

Una azafata aparece con el carrito del “Duty Free”. No necesitan comprar nada, la perversión viene de serie.

Segundo asalto.

Sus suaves manos se deslizan por su cremallera y su sexo desea explotar. Comprimido por unos pantalones vaqueros, resulta placenteramente incómodo. El artilugio que antes estuvo en su ser, el de ella; ahora recorre su pantalón, el de él, para posarse justo donde no quisiera que lo hubiese hecho.

Córrete, dice ella con la firmeza que le caracteriza y él, aterrorizado por lo que supondría correrse envuelto dentro de ese envoltorio se horroriza de placer. Suda, jadea, suda, jadea. Intenta desconectar, lo intenta en vano.

El de la play sigue apretando botones aunque esta vez está apoyada más cerca de su entrepierna, la de él, el de la play.

Vuelven las turbulencias, esta vez localizadas en el asiento B. Suda, jadea, se retuerce intentando contener ese placer que ella le obliga a sentir.

Pánico escénico, deseo, lujuria, miedo. Se contiene, el comandante acaba de encender la señal de cinturones. Iniciamos el descenso al aeropuerto de Madrid Barajas.