domingo, 27 de enero de 2008

Por la lectura

Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos.

Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.

Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos.

Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas.

Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos.

Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.

Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo.

Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque:

a) obtiene algo a cambio.
b) es objeto de una sanción.

Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?

Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación? ¿Acaso dejaron de cobrar por el libro? ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas? ¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos? Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos?.

No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra.

Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.

¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!

José Luis Sampedro

Si estas de acuerdo, pásalo. Por el placer de la lectura.
Biblioteca Municipal de Alcañiz Palacio Ardid.
Calle Mayor, 13-15
44600 ALCAÑIZ (Teruel)
Telf.: 978 870 565

viernes, 18 de enero de 2008

Lady Page

Dear Lady Page,
I am sorry to write this message in English but, I still haven't learn any German.
I am still at Berlin's airport trying to digest what I have felt in the last 24 hours.
My memory tells me that you are sweet and sour.
You look like an angel but, a fallen angel.
You are cruel, you are beautiful.
You look naive but, intelligent.
You played not only with my body but, with my mind.
You smell like a Goddess, you taste like a Queen.
So many "you" to say and too many feelings to digest.
Time will pass, life will continue and who knows,
one day I might be able to cry for you, even if you don't want.
Don't know if I will cry of pain but, I am certain I will cry of surrender.

Submissively yours

jueves, 17 de enero de 2008

Rebajas (desde abajo)

Hacía tiempo que no me reía tanto viendo un vídeo de YouTube.
Y eso que nunca voy de rebajas ...



martes, 15 de enero de 2008

Madieanne

Me parece mentira que ahora mismo esté enfrente del ordenador intentando escribir lo que he tenido la oportunidad de experimentar hace apenas dos días.
Todo empezó cuando surgió la idea de visitar Amsterdam. Mientras planeaba el viaje recordé que en alguna revista había leído un artículo y visto un vídeo sobre una dómina que allí vive. Total, que me puse manos a la obra e intenté buscar dicho artículo.
Debo admitir que el mero hecho de ver el vídeo y leer la entrevista me hizo ponerme un poco nervioso. Si tuviese que auto describirme diría que puedo interpretar ambos papeles dentro del mundo del SM. Sin embargo, tenía una imperiosa necesidad de ir a ver y de someterme completamente a una auténtica dómina y, aún más hacerlo fuera de España.
El caso es que una vez llegué a Amsterdam no pude por menos evitar llamar al teléfono que aparecía en una revista. Los nervios me comían por dentro, me preguntaba si sería capaz de contestar de decir lo que quería. Además, debía hacerlo en inglés ya que no habló holandés. Las manos me temblaban mientras marcaba el número de teléfono. Creo que sentía una especie de miedo a lo desconocido, a confiar mi más reservado secreto a una persona extraña. Sin embargo, toda esta emoción no hacía más que excitarme.
Después de un rato una voz de mujer contestó al teléfono. Debo admitir que no entendí lo que me dijo ya que evidentemente contestó en holandés. El caso es que saqué fuerzas de no sé dónde y con una voz temblorosa pregunté si hablaba inglés. Intenté entonces concertar una cita y con una voz sensual pero firme me dijo que me esperaba a las siete, esa misma tarde.
Cuando colgué el teléfono no sabía que decir o hacer. Había concertado una cita en un lugar desconocido con una persona desconocida para ni más ni menos someterme a ella. Aún quedaban tres horas para nuestra reunión pero sin embargo el sudor corría por mi frente. Me preguntaba si sería capaz de ir, si en el último momento sería lo suficientemente valiente de llamar a la puerta.
Durante el tiempo que quedaba para la cita decidí recorrer algunas de las tiendas que también recomiendan en la misma revista. Si tenéis la oportunidad de ir a Amsterdam no dudéis en visitar “Demask” en el archiconocido “Barrio Rojo”.
El tiempo pasaba y la hora de mi cita se acercaba. Decidí volver al hotel para dejar los trastos que llevaba encima. Dudé si llevar o no la cámara de fotos, pero al final pensé que era demasiado arriesgado tener una prueba gráfica de lo que me iba a ocurrir. Por fin, a eso de las seis y cuarto cogí un taxi camino a mi destino. El taxista parecía no estar demasiado seguro de a dónde íbamos, lo cual hizo que tardásemos un poco más de lo previsto. Sin embargo exactamente a las siete menos cuarto estaba en la puerta. De nuevo las manos me temblaban. Me preguntaba si de veras quería estar allí, si estaba en el sitio correcto, ya que la dirección (según el taxista) era incompleta.
Por fin me decidí a tocar el timbre y en apenas unos segundos ella abrió la puerta. De forma inmediata pude reconocerla ya que la había visto en la revista. No sé cómo podría describirla. Iba completamente vestida de cuero y si hay algo que me impresionó fue la facilidad con la que podía sonreír manteniendo un control total sobre mi persona, sin casi conocerme. Creo que desde el primer momento me hubiese arrojado a sus pies. Me transmitía una completa sensación de confianza y poder absoluto.
Me invitó a traspasar la puerta no sin antes mencionar que mi cita era a las siete y no a las siete menos cuarto. Tan pronto como entré me vi rodeado por todo tipo de accesorios o como ella los denomina “toys”. El sitio no era excesivamente grande pero la cantidad de objetos que había en el mismo resultaba fascinante.
No cabe duda de que de forma inmediata se dio cuenta que yo estaba completamente fascinado por la cantidad de objetos que había en la habitación y quizás por eso desapareció detrás de una puerta y me dejó disfrutar de mis propias fantasías. Durante cinco minutos pude observar con detalle no más del 10 % del material que allí había. Era absolutamente fascinante. De repente me di la vuelta y apareció con un plato de comida en la mano. No se porqué pero me rompió los esquemas. Me dijo que había llegado a mitad de la cena y que consecuentemente no estaba dispuesta a no terminarla, así que me sugirió que me sentase en un taburete mientras ella se sentaba en una silla que le hacía estar por encima de mí. Me pregunto si en el fondo todo esto estaba calculado, ya que era una situación cuando menos extraña estar esperando a que ella terminase su comida mientras yo simplemente podía mirarla. Por si esto fuera poco, no mostró la más mínima prisa por terminar. Estaba claro que yo no era una prioridad para ella lo cual me llamó la atención teniendo en cuenta que evidentemente estaba pagando por estar allí.
Manteniendo un tono agradable pero autoritario me empezó a hacer preguntas genéricas sobre las razones que me habían llevado a visitarla. Debo admitir que venía preparado para soltar mi explicación sobre lo que quería o no quería hacer así que le dije que estaba interesado especialmente en “bondage”, “spanking” “dominación femenina” y sobre todo en que la experiencia resultase real. Al terminar su cena sacó una carpeta y me dijo:
“¿Seguro que te gusta el bondage?”
No supe que contestar y entonces puede echar una ojeada al papel que tenía en sus manos. Intente traducirlo y decía algo así como “Informe sobre un esclavo”.
Entonces casi sin dejarme hablar empezó a hacerme muchas preguntas:
“¿Cómo te llamas?”
“¿Cuántos años tienes?”
“¿Cuántos años llevas practicando SM?”
“¿Cuánto pesas?”
“¿Cuánto mides?”
“¿De qué color son tus ojos?”
“¿Cuánto mide tu pene?”
“¿Tienes alguna enfermedad?”
“¿Te has roto alguna vez un hueso?”
“¿Tienes algún problema con las articulaciones: hombros, rodillas, codos?”
“¿Aceptas el spanking, la inmovilización, la sumisión total, las mordazas, los consoladores, las cuerdas, los corsets, los tacones?”
“¿Te gusta vestir lencería, PVC, cuero, etc.?”
Era como una visita al médico. No paró de hacerme preguntas durante al menos 20 minutos sin parar de escribir cosas en su informe. Tenía un control absoluto sobre mi persona.
Casi al terminar me volvió a preguntar si de veras me gustaba el bondage, como dando por hecho que no tenía ni idea de lo que esta palabra significaba para ella. Titubeando dije que creía que sí y ella contestó que tendría tiempo de averiguarlo.
Terminada la entrevista me pidió que abonase sus servicios y entonces me sugirió que detrás de una puerta me quitase la ropa y esperase. Durante aproximadamente cinco minutos pude oírla caminar de un sitio a otro. Los tacones la delataban y mi excitación iba en aumento, hasta que oí:
“¿Estás listo?”
“Sí”
“Entra.”
Al abrir la puerta la vi en la otra esquina de la habitación. Ahí estaba yo, desnudo, sumiso, indefenso, acercándome a ella. Me faltó un tris para salir corriendo. Entonces me dijo:
“Arrodíllate”
Y de forma inmediata descubrí que iba en serio.
“Acércate”
“Pon las manos en la espalda y besa mis botas”
Intenté hacerlo pero para no perder el equilibrio me apoye en las manos y me dijo
“Las manos en la espalda, he dicho.”
No puedo, contesté, e inmediatamente se sentó sobre mi espalda y mi cara fue a apoyarse sobre el frío suelo.
“Lo ves como puedes”
Se levantó y me dijo que besase sus botas.
Lo hice y un poco más tarde me ordenó que me pusiese de pie. No me preguntéis porqué pero me encontraba en una posición de sumisión absoluta. Había perdido completamente el control sobre mi persona.
Me puso un collar increíblemente ancho que no me permitía mover la cabeza y casi sin darme cuenta lo cerró con unos candados.
Volvió a preguntarme:
“¿Seguro que te gusta el bondage?”
Yo ya no sabía que pensar.
Sujetó mis manos a una polea que colgaba del techo y girándola me hizo poner casi de puntillas.
Empezó a jugar con mis pezones con una maestría alucinante. Me dijo:
“Lo ves, ni si quiera estoy usando las uñas y ya tengo control absoluto sobre tu cuerpo.”
De repente apretaba y yo soltaba un pequeño alarido. Empezó a jugar con ellos como si se tratase de una orquesta. Yo me limitaba a producir el sonido que ella magistralmente dirigía. Entonces me dijo:
“¿Acaso no sabes hacer otro ruido?”
Y entonces apretó con fuerza y un auténtico grito salió de mi boca.
“Así me gusta. No te vallas, vengo dentro de un momento.”
¿Cómo se supone que me iba a ir si estaba sujeto al techo?
Al rato volvió y se puso detrás de mí. Me empezó a acariciar y de repente sentí un tremendo ardor en mi trasero. No entendía lo que estaba pasando, pero me retorcía de una lado para otro. Entonces se puso delante de mí y me enseño una especie de ramo de color verde. Lo acercó a mis pechos y de nuevo me retorcí de dolor. Lo pasó por mi polla y entonces el dolor fue insoportablemente delicioso. Me di cuenta de que me estaba tocando con una especie de ortiga y me dijo.
“Tengo una colección el jardín. Las hay de diferentes intensidades y tipos.”
Era alucinante el control que tenía sobre mí. No tenía mas que rozarme y yo saltaba despavorido.
“¿Lo ves como puedes producir sonidos diferentes?”
De nuevo me sentía como una orquesta magistralmente dirigida por ella.
Me bajó de la polea y me dijo que ya era hora de saber lo que la palabra bondage significaba. Me empezó a poner un corset. Era la primera vez que sentía una sensación similar. Creía que iba a explotar por dentro. Yo no estoy delgado pero bien es verdad que mi tripa simplemente desapareció.
A continuación y durante aproximadamente media hora no paró de enrollar cuerdas por todos los sitios imaginables de mi cuerpo. Cada 5 minutos sacaba otra cuerda y me pregunta si sabía donde la iba a poner. Yo, delante del espejo no podía más que admirar su maestría. Casi para terminar enrolló una en mi pene y no sé cómo lo hizo pero el caso es que poniéndose detrás de mí era capaz de controlar sus movimientos. Con una risa sarcástica dijo:
“¿Te gusta mi mando a distancia?”
Yo miraba al espejo y veía como a través de las cuerdas era capaz de mover mi pobre miembro de una lado a otro como si de una marioneta se tratase. Cuando terminó creo que no era capaz de mover un solo músculo. Entonces cogió un rollo de plástico de cocina y empezó a envolverme. Me dijo que era un sándwich y que en consecuencia debía envolverme para que no me estropease.
No sólo me encontraba completamente inmóvil sino que además estaba envuelto como si todo mi cuerpo fuese una sola pieza. Nunca me había sentido tan extremadamente excitado. Era absolutamente fantástico el dominio que esta mujer tenía sobre la situación. Tal y como lo describen en la revista, yo era una persona sin movimiento, sin vida. No podía moverme, no podía hablar, la sensación de dependencia era absoluta.
Sugirió que ya había visto demasiado y me tapó los ojos con una máscara. La sensación de oscuridad unida a todas las demás descritas anteriormente completó mi sumisión. Además me dejó colgado de forma que no podía tocar el suelo y por si eso fuera poco me meneó como si de un columpio se tratara. Se fue, y durante varios minutos la soledad y la indefensión se apoderaron de mí. Me meneaba de un lado a otro. Era absolutamente imposible escapar. Los minutos pasaron despacio como si el tiempo se hubiese parado de la misma forma que mis músculos. Era una sensación simplemente fantástica, indescriptible. Definitivamente hasta ese momento no tenía ni la más remota idea de lo que era el bondage.
Cuando volvió se limitó a taconear a mi lado, a empujarme como a un columpio, a darme vueltas. No sabía dónde estaba, si delante o detrás de mí, sólo oía sus tacones. Un poco más tarde me sujeto y empezó ha hacer algo con mi envoltorio. Rompía el plástico y aflojaba cuerdas a la altura de mi pene. No podía ver nada pero sentía que había sido liberado pues ya nada obstaculizaba la erección que tenía. Creo que si se acercaba a él iba a explotar y sentía una tremenda sensación de vergüenza. Estaba enfrente de una desconocida que tenía un control absoluto sobre mi persona y lo único que podía hacer era intentar controlar mi creciente excitación.
Me puso algo que jamás sabré que era pero que parecía un vibrador y en cuestión de segundos me dijo que ya podía correrme. Fue como una orden, como ni yo mismo tuviese control sobre mi excitación. Mi semen salió disparado y creí que jamás terminaría de correrme. El placer era inmenso, indescriptible.
Cuando al final termine de correrme empezó a desatarme y otra vez el proceso duró al menos media hora ya que había metros y metros de plástico y cuerda en todos los rincones de mi cuerpo.
Entonces sentí una especie de liberación absoluta. Estaba completamente relajado. Su calculada interpretación termino al aflojar el corset que oprimía mi cuerpo. Siempre me habían fascinado los corsets pero nunca había experimentado la sensación de tener uno tan asociado a mi cuerpo.
Me propuso darme una ducha y al terminar me invitó a una bebida mientras me volvía a interrogar sobre lo que había sentido. De nuevo anotó cosas en mi ficha de esclavo y me aseguró que nunca tendría dos sesiones iguales, que nunca volvería a hacerme exactamente lo mismo, que nunca sabría lo que me esperaba.
Tres horas después de haber llegado volví a coger un taxi con la sensación de que necesitaba volver a verla. Y de hecho mi cabeza empezó a hacer planes para los días que me quedaban en Amsterdam. Pero, como alguien dijo, esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.
Espero que hayáis disfrutado de mi experiencia y os recomiendo que no dudéis lo más mínimo en visitarla.
Para ella dedico mi más absoluta sumisión y devoción.
Gracias por haber destapado mis más escondidos secretos.
“tu esclavo”