Todo empezó una fría noche de Enero, de esas en las que el látex que nadie ve pero tú sientes, propaga los escalofríos por tu piel.
Las paredes eran blancas, su ropa era negra y la atracción estaba al rojo vivo en una fantasía tricolor. Se paseaba por el lugar como pez en el agua, segura de su poder, de ese poder que resulta innato en algunas personas y propio en ella.
Él, miraba de reojo y cuando podía miraba sin pudor, con el deseo de ser sorprendido, con el deseo de ser reprendido. Su timidez, de la que suele hacer gala, no le permitían llegar a más, su deseo de arrodillarse le impedían mantener el equilibrio. Le resultaba difícil conversar con sus amigos, cuando su mente, cuando sus deseos estaban a los pies de ella.
Cada loco con su tema, la noche transcurrió como lo hacen todas estas veladas en las que el látex se mezcla con sexo, el sexo con ansiedad, la ansiedad con placer ...
...el placer de haberla conocido.
Al final llegó el momento y pudo saludarla con una voz temblorosa pero deseosa.
Desde entonces, ha permanecido en su mente como si siempre hubiese estado allí, como si fuese su dueña. Ha compartido inconscientemente momentos de pasión, de entrega, de dolor, de ansiedad, de placer, de soledad.
Se ha convertido en un icono al que adorar.
Para ti, con dolor.
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